Juan Gelman ...

Thursday, February 07, 2008

En el pozo abierto de la escritura. Del flâneur al traficante (1) Ricardo Espinaza


I.Es un territorio común afirmar que el lenguaje poético funda al Ser en el mundo, otorga existencia al Ser en el mundo, crea el decir del Ser en el mundo. O bien, el lenguaje poético hace vivible, habitable el mundo, pues de otro modo el mundo no es más que un ente innombrable e inhóspito. Así entonces, podemos decir que la palabra poética es siempre palabra originaria e inaugural, palabra fundacional que persiste en su fundación. Hace nacer y vivir al mundo y al lenguaje en el Ser. Es el eterno nacimiento de lenguajes, el origen de todas las palabras, el origen del ser hablante. No obstante, no se crea que el lenguaje ocurre antes que el mundo para bautizarlo cuando éste nace o que ocurre en un mundo aislado, aparte, o en otro mundo. No hay lenguaje anterior a la creación del mundo. No hay un origen ni primigenio ni primogénito del lenguaje. El lenguaje ocurre dentro de lo que algunos han llamado como poéticamente mundo, pero eso que es llamado poéticamente mundo es el mundo todo, es el mundo en plenitud como también es el lenguaje en plenitud, pues no hay un lenguaje poético exclusivo que se refiera a un mundo poético de excepción, como tampoco hay un mundo o una realidad que sea ajena o lejana al lenguaje común. Todo lenguaje es poética y toda exclusividad es comunión. El mundo es lo que el Ser comparte con el lenguaje, lo que en el lenguaje se trafica, y ello sencillamente “es” como el mundo “es” dentro del lenguaje. Porque el lenguaje, el poema, contiene a la palabra, pero a la palabra que no habla, contiene a la palabra que “es”, pero que no es esa palabra sino sólo el comienzo de ella, pero no comienza nunca, mas “es”. El lenguaje solamente es (Blanchot). No es el signo que representa a otra cosa sino que “es”, no tiene otro movimiento más que ser la vivencia del Ser, la vivencia de la Palabra, la conjugación presente del verbo infinito que impone su silencio al tiempo de ser pronunciado en el mundo. Ambos, lenguaje y mundo son al mismo tiempo el tiempo del Ser.Y el tiempo es aquello en donde ocurren todos los acontecimientos. Los acontecimientos del lenguaje, del mundo y del Ser. Y todos los acontecimientos que son posibles en la duración del tiempo van cambiando y se trafican por él. De modo que si el tiempo no es el movimiento mismo es algo que se vincula directamente con el fluir del mover. El tiempo es la temporalidad de los acontecimientos, es la medida de los movimientos, pero “el tiempo no tiene tiempo para calcular el tiempo” (Heidegger). Así entonces, el tiempo es la medida pero no la medición de lo que avanza circularmente en el tiempo, es la medida pero no la medición de lo que va entre un ahora y otro ahora, es la medida y su reiteración espiral. No obstante, en vez de esta sucesión en un sentido del tiempo siempre en presente y continuamente avanzando, yo prefiero un vaivén, un ir y volver, pero donde no se sabe ni ir ni volver. Una oscilación dudosa por dentro y fuera del tiempo. Prefiero el tráfico pendular por el tiempo desconocido. El tráfico de los múltiples sujetos y enunciación durante el trayecto de los enunciados. Prefiero el vaivén irresoluto de la temporalidad. El ir y venir de un ahora como ahora a quizás dónde. Prefiero la reunión de los instantes desconocidos en el tiempo. La ondulación ignorada. Pues sabido es que el tiempo sólo tiene la realidad del instante. “El tiempo es una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas” (Bachelard). De tal modo, prefiero la realidad de los instantes entre los huecos del tiempo, pero más aún, prefiero la vibración que se intuye en y entre los instantes verdaderamente huecos. Los múltiples instantes que están traficándose entre los instantes. Los agujeros del Ser. He ahí la intuición. He ahí el pozo abierto de la escritura.
II.De Lenguaje, Mundo y Ser es el agujero de la Poesía. Pero además la poesía no inaugura más de lo que ya ha sido inaugurado en el mundo con o sin poesía, pues toda poesía remite al decir de la palabra, toda poesía remite a su poiesis fecunda del mundo, así como toda literatura, toda obra literaria, remite a toda la literatura posible. Cada escritura es una reescritura del lenguaje en el mundo. “La literatura no proviene de una blancura anterior al lenguaje sino de la machaconería de la biblioteca” (Foucault). Así entonces, podemos reconocer en el lenguaje la existencia de todas nuestras memorias y de todas nuestras tradiciones y nuestras identidades. Asimismo, y sin ánimo de redundar, podemos decir que el lenguaje poético funda al ser ya fundado poéticamente, crea el decir del ser ya dicho. Es el eterno nacimiento del lenguaje ya nacido, perdón, del lenguaje naciendo porque permanece y continúa. El origen de todas las palabras originándose. El decir diciendo. Por lo mismo, un poema es siempre múltiple, una poética es siempre un sinnúmero de múltiples reuniones y asociaciones con el mundo. La esencia y el origen de la poesía (de existir tal cosa semejante) son siempre múltiples. Siempre un tráfico de multiplicidades e influencias. Voces, identidades y seres varios. Múltiples moradas tiene la poesía, múltiple como propiedad y no como mera adjetivación. Y es esta multiplicidad de la palabra la que nos permite compartir el mundo, habitarlo plenamente. El lenguaje es el mundo donde verdaderamente habitamos, donde todos los todos de todos conviven y convivimos con nuestras multiplicidades y tráficos, con toda nuestra mundaneidad. Y el pozo es, en esta convivencia, una Babel exterior y abierta, una torre al revés, una arquitectura hacia el afuera.Anteriormente dije que la poesía no inaugura más de lo que ya ha sido inaugurado en el mundo por la poesía, pues ésta siempre remite a su poiesis fecunda. En fin, creo haber dicho que cada escritura es una reescritura, pero ni ello ni esto mismo es una simple reiteración. Sucede que cada reflexión de la poesía no es una resonancia de lo semejante, parecido, idéntico o igual. No es una comparación en el mundo. Tampoco se trata de la variación de la variación, de la variación de un decir hasta su desvarío. Sino del agujero. La resonancia de la poesía consiste en hallar el hueco de lo no dicho, el hueco de lo innombrable. El agujero del lenguaje, del tiempo, del mundo y del Ser. El tráfico de los instantes huecos en el tiempo. El coto de la mente (Belli). El pozo abierto de la escritura. Ahora bien, para hallar tales agujeros es necesario enfrentarse a toda la gran Razón que los omite, porque el pozo de una escritura es un acto más bien irracional y abierto en comparación a los actos razonablemente cerrados de la Razón. Pero, sobretodo, también es necesario enfrentarse a la creación misma, pues si en el “Capricho” de Goya el sueño de la razón produce monstruos hay que preguntarse ahora por los monstruos que produce el sueño de la creación. Y tal cuestionamiento solamente puede ser descubierto con la honestidad del ejercicio poético para alcanzar no sólo la belleza (que bien poco importa) sino el tránsito por todo “el horror que la belleza en sí contiene” (Rilke). Toda la crueldad y su crimen. El flujo “por la sentina de escombros” y por el “pozo abierto” (Neruda).Así pues, tal descubrimiento es un trayecto y tal trayecto requiere su transporte. Tal transporte es siempre la metáfora. Inmerso en el tráfico de las palabras nuestro transporte es siempre metafórico. En el desplazamiento propio de la función poética, la figura principal o procedimiento primordial para lograr la mayor expresión es justamente la metáfora entendida como el tropo que consiste en trasladar un sentido recto a otro figurado y desde la comparación hasta el absoluto. De modo que el buen uso del lenguaje metafórico, dentro del círculo poético, siempre será el mayor constituyente de la muestra del genio (Aristóteles). Sin embargo, la metáfora, en su ejercicio de decirlo todo, de decir esto con el nombre de aquello, de trasportar cada uno de los enunciados (pues metáfora también es transporte, traslación; de ahí su impronta etimológica) tan sólo “domestica al universo; no elucida ni despeja sus incógnitas. Las disimula o las sustituye por otras, menos apremiantes, que en realidad sólo enmascaran los primeros enigmas, los que, eludiendo, pretende disipar” (Sarduy). De tal forma que todo pasa por la metáfora pero no nos adentra en ningún fundamento, es inmanente. “No hay nada que no pase con la metáfora y por medio de la metáfora. Todo enunciado a propósito de cualquier cosa que pase, incluida la metáfora, se habrá producido no sin metáfora. No habrá habido metafórica lo suficientemente consistente como para dominar todos sus enunciados. Y, ¿qué es lo que pasa por alto a la metáfora? Nada, en consecuencia, y habría que decir más bien que la metáfora pasa por alto cualquier otra cosa, aquí a mí, en el mismo momento en que parece pasar a través de mí. Pero si la metáfora pasa por alto o prescinde de todo aquello que no pasa sin ella, es quizás que en un sentido insólito ella pasa por alto a sí misma (…) La metáfora, quizás, se retira, se retira de la escena mundial, y se retira de ésta en el momento de su más invasora extensión, en el instante en que desborda todo límite” (Derrida), en el momento que alcanza su definición mejor (Lezama Lima) se retira, se escapa; mas permanece.
III.En mi caso particular, puedo mencionar brevemente que intento un escritura vinculada problemáticamente con su figura de excepción, pues una poética es una problemática (Gimferrer) y tal problemática implica a todo el Ser de la escritura. Para ello me he situado no en las figuras metafóricas sino en las figuraciones de tales. He ahí la tentación del pozo.Harto del habitar poético en plenitud cuando el mundo no es pleno, cuando el mundo es un sucedáneo del mundo y toda escritura es karaoke, la escritura ha de enfrentarse a la aridez del mundo y del genio poético para luego desplazarse hacia los huecos que la literatura olvida, hacia los agujeros que permiten oír y no solamente ver al mundo. Hacia los pozos abiertos por donde asoma el Ser más allá del Ser. El Ser que transitando por encima de sí se retira. Tránsito y no hábito de sus múltiples voces e instantes retirándose. Un retiro del pozo abierto. Un sucedáneo de la escritura.Tránsito como sucedáneo, y no como carencia de otra cosa, de modo que es posible desplazar términos tales como ausencia, carencia o falta por el de sucedáneo. Un sucedáneo del Ser y la escritura. Un sucedáneo de ciudad. Y tal variación, no es sino la realización más acabada de una metáfora en plena retirada. Pero hoy tengo que hablar de la ciudad, de la relación que mantiene la poesía con la ciudad en tanto lenguaje y que puede llegar a constituirse desde puntos de vista elementales y bien determinados, tales como una visión poética de la ciudad o una visión ciudadana de la poesía. Ahora bien, es habitual a tales puntos de apreciación la figura del flâneur desarrollada por Walter Benjamín para explicitar las relaciones que mantiene la poesía de Baudelaire con la modernidad, con la ciudad moderna. Tal figura puede ser resumida como el modo de relación que hace referencia a la actividad doméstica de la mirada en tanto pasear, vitrinear o callejear al interior de la multitud urbana con la figura del poeta y la práctica de la escritura. Es decir, el deambular contemplativo y anestesiado del poeta moderno por entre la multitud de la ciudad atractivamente capitalista, cuestión que conlleva a una desaparición conciente del yo y a una soledad extrema.
No todo el mundo tiene el don de bañarse en la multitud.Gozar de la muchedumbre es un arte y sólo puede entregarse a esa orgía de vitalidad, a costa del género humano, aquél a quien un hada infundió en la cuna, el gusto por el disfraz y la máscara, el odio al hogar y la pasión por los viajes.Multitud, soledad: términos iguales e intercambiablespara el poeta activo y fecundo.Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar soloen medio de una atareada multitud.El poeta disfruta del incomparable privilegiode poder ser, a su gusto, él mismo y otro.Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, entra, cuando quiere,en la personalidad de cada cual. Sólo para él está todo vacante;y si parece que ciertos lugares le están vedados, es porque a sus ojosno merecen la pena visitarlos (Baudelaire)
Creo que hoy en día es necesario plantear un desplazamiento de la figura del flâneur a otro posible, del flâneur al traficante. De la soledad a la multiplicidad. Desplazamiento que puede presentarse desde la mirada hacia la mirada con sonido, puesto que en medio de la vorágine metafórica de la imagen y su ceguera, “nuestra orientación es dictada por los oídos” (Maquieira). De tal modo que se produce un agenciamiento a todos los sonidos y usos posibles del idioma y del tráfico urbano en sí, siendo éste el lugar y tiempo de la ciudad en plenitud. Pero además, siendo el grado estético y bursátil de los flujos del decir por donde ya no desaparece la conciencia del yo poético, sino que se amplifica y trafica hacia “una cuarta persona del singular” (Deleuze). No obstante, tal tráfico en el lenguaje, no es más que un sucedáneo del tráfico. Una metáfora retirada.
…El hueco Que tanto necesitábamos para meter en él nuestra enorme cabezaY en el espacio de dos horas no oír más que el ruido que ella misma produce(algo así como un río de lodo)… (Leopoldo Maria Panero)
Sólo así nos acercamos al fingidor de Pessoa, y podemos decir que un poema por el hecho de ser un poema, no necesariamente es un Ser en el mundo.